Vivimos esta vida como si llevasemos otra en la maleta.
Un puro autoengaño para pasar de puntillas por la misma,
sin importar demasiado si la vivimos, o la desperdiciamos.
Ernest Hemingway
Aportando su granito de arena a la patológica tendencia venezolana al autoengaño, encontramos en la discografía nacional, una canción que tergiversa hasta un archiconocido refrán. Y muchos son los que adoptan el corito, como su propio himno de lucha anti-castrocomunista, porque quieren creer que no hay mal que dure mil años, ni cuerpo que lo resista, y en Venezuela se quedan, porque son optimistas (Carlos Baute dixit).
La realidad es, que en la Venezuela de hoy, existe un grupo de personas que con su sueldo, honorarios o ganancias, viven bien. Con las preocupaciones por la seguridad personal y la ley habilitante, pagan un buen colegio para sus hijos, viajan en Carnaval y Semana Santa, se movilizan en carro nuevo, se comunican con la última tecnología celular, les alcanza para pagar Internet, la televisión por cable, el condominio, un mercado completo, la empleada doméstica y un poquito más. Para ellos, lo que diga la fosforito o lo que declare el fiscal general, no son razones suficientes para irse del país.
Hay otro grupo de hijos únicos, con sus padres ya muy viejitos y un alto sentido de la responsabilidad, que no les permite dejarlos solos.
También tenemos los que no tienen un tatarabuelo italiano o español, para tramitar su pasaporte de la comunidad europea, o carecen de una abultada cuenta bancaria, para optar por la visa americana, y tienen una mínima idea de lo que significa residir como inmigrante ilegal en el extranjero.
Están los que saben lo difícil que puede resultar cambiar la playa por la nieve, la arepa por una salchicha con mostaza y pan, el castellano por el inglés, la condición de licenciado, por la de Valet Parking o camarera.
Esos, son los que llaman cobardes a quienes se quieren ir y a quienes se van.
Esos, son los que dicen que con optimismo demostrarán, que somos un glorioso bravo pueblo…
2 comentarios:
También existen los que nunca tuvieron manera de surgir en Venezuela, de trabajar y hacer familia, de aportar con toda su carrera universitaria los conocimientos adquiridos, porque sencillamente no existe carrera que no sea la vagabundería o la corrupción.
Aquellos que sí cambiamos el quesito de mano, telita, guayanés, paisa y sus mejores variaciones por un vulgar mozarella cheese. Y así ser parte de las minorías de los países extranjeros. Y lo mejor de todo, poder destacarse como profesional y todavía dedicarlo a su tierra.
Así son las cosas!
Un beso y un abrazo muy especial a mi querida Linda.
Pero esos que tú nombras, mi querido Web-On, entran en el paquete que los guerreros de teclado se empeñan en llamar cobardes, y decir que no hacen falta y que mejor no opinen porque no saben lo duro que es calarse a Chávez...sobre todo en Semana Santan, Carnaval, y cuanto fin de semana largo se les atraviese en el calendario.
Mientras los muy valientes no se atreven a recojer sus macundales e ir a pasarlas duras lejos del terruño y su lucha la llevan a cabo con un arma letal que mientan Fe.
Que gustazo volver a leerte.
Un abrazo.
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